Cita



El momento de la verdad nunca llega, el momento de la verdad nunca se va.
Ramón Eder

jueves, 23 de enero de 2014

La calculadora de Kleber

- Maestro, ¿de quién es esa calculadora? - me suelen preguntar con extrañeza los alumnos nuevos a comienzos de curso. Utilizo una Casio fx-350ES, una calculadora estupenda, la mejor que he tenido nunca. A los alumnos no les llama la atención la calidad de la calculadora sino el tuneado. Está "adornada" con varios grafitis de typex que con el tiempo se han ido oscureciendo y desprendiendo parcialmente, dándole un aspecto sucio y desastrado. Alguna vez he pensado en limpiarla, dejarla reluciente. Pero en ese momento dejaría de ser la calculadora de Kleber para convertirse en una calculadora anónima sin historia. Y ningún alumno me volvería a preguntar por ella.


A Kleber le di clase en el curso 2010-2011, mi primero en el instituto donde trabajo actualmente. Estudiaba 4º ESO y había repetido en alguna ocasión. Es centroamericano (no sabría concretar el país) y, como todos los alumnos provenientes de aquella región, muy educado (especialmente si comparamos con el producto nacional). Siempre saludaba con una sonrisa al cruzarnos por el pasillo. A veces charlábamos de baloncesto o de algún otro tema insustancial. Algo breve y cordial.

No tenía ningún interés en la asignatura. Como tantos y tantos, tenía asumido desde septiembre que iba a obtener el título de la ESO con las matemáticas suspensas (se puede obtener el título hasta con tres suspensos). Y no se esmeraba lo más mínimo en cambiar ese pronóstico. En clase desarrollaba la destreza de dormirse con el tronco erguido. Casi daba pena despertarlo. Como tantos y tantos en el barrio, Kleber vivía a su aire, sin horarios nis restricciones. Dedicaba las noches a jugar y dormía en el instituto.

Cuando estaba despierto sacaba su flamante calculadora que le permitía sumar fracciones sin necesidad de calcular primero el mínimo común múltiplo de los denominadores. También podía operar con potencias y raíces sin necesidad de saberse las reglas aritméticas. Sonreía cuando sus compañeros se afanaban en cálculos que él resolvía sin necesidad de lápiz, papel o conocimientos. Para Kleber las matemáticas se resumían en todo lo que su calculadora fuera capaz de realizar.

Uno de los últimos días de clase, cuando ya estaba claro que Kleber iba a obtener el título con las matemáticas suspensas, le pregunté por sus intenciones de futuro.
- Voy a estudiar el bachillerato de letras. ¡Adiós a las matemáticas!
- ¿Tienes algún hermano?
- No.
- ¿Y qué vas a hacer ahora con la calculadora?
- Nada, maestro.
- ¿No tienes ningún familiar o amigo a quien dársela?
- No.
- Si ya no te va a ser útil ni se la vas a regalar a nadie, podrías dármela a mí. (Sí señor, se la pedí sin ningún pudor. Yo nunca había tenido una calculadora tan buena y me daba pena que se quedara guardada en un cajón por los siglos).
- Claro, maestro.
El último día de clase Kleber me entregó su calculadora.

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Esta mañana me he encontrado a Kleber en la puerta del despacho de dirección. Hacía tiempo que no me cruzaba con él por los pasillos.
- Hombre, Kleber, ¿qué haces por aquí? ¿te encuentras bien? (un alumno en el despacho de dirección suele ser síntoma de enfermedad o sanción disciplinaria, y me extrañaba esto último en el caso de Kleber).
- Nada, maestro, que me vengo a dar de baja.
- ¿Y eso?
- Quiero hacer un ciclo en el Gran Capitán
- ¿De cocina?
- Sí.
- Pues nada, hombre, que te vaya bien. Me acuerdo mucho de ti. Sigo usando tu calculadora.

....

Llevo cuatro años en este instituto. Antes nunca había estado más de dos cursos en un mismo centro. Y creo que esa es una de las razones por las que este año veo todo negro. Kleber es un ejemplo más. Si yo me hubiera marchado en junio de 2011, tendría una calculadora estupenda y un recuerdo amable de un alumno exitoso. (Aunque suspendiera matemáticas, obtuvo el título y se iba a matricular en el bachillerato de letras. Estaba progresando). Ahora tengo una calculadora estupenda y la amarga costatación de que otro chaval (como tantos y tantos) ha desperdiciado tres años de su vida en el instituto sin ningún provecho ni progreso.

viernes, 10 de enero de 2014

Damasco

- ¿Sabes a dónde he ido después de llevar a Héctor al colegio?
- A Mercadona - contesto, porque he visto en la nevera las naranjas para zumo que solemos comprar en este supermercado.
- ¿Cómo lo sabes?... No te puedes imaginar la que había montada en la rotonda del Brillante. Menudo control policial. Inspeccionaban hasta los bajos de los coches. No sé que había en el Parador de la Arruzafa, pero tenía que ser un pez gordo, un jeque o algo así.

En el telediaro de la noche nos hemos enterado de que más de 130 opositores al régimen de Bashar al-Asad se han reunido en la ciudad para buscar soluciones al actual conflicto.
¿Por qué en Córdoba?
Bueno, no es una elección aleatoria. Tiene un significado. El Califato de Córdoba fue fundado por Abderraman I, un príncipe de la dinastía Omeya que huía de Damasco, donde su familia había sido aniquilada tras un golpe de Estado. Simplificando mucho podríamos decir que el esplendor de Córdoba tuvo su origen en una guerra civil en Siria. Viendo las noticias por el telediario los acontecimientos parecen más lejanos de lo que en realidad son.

Damasco, Bagdad, Jerusalem... ciudades míticas, de ensueño, que han terminado como telón de fondo en los sucesos de los noticiarios. El horror ha ocupado el lugar de las mil y una noches. Qué pena.


sábado, 4 de enero de 2014

Postales. (Navidad 2)


Tenía mucho tiempo libre, pocas responsabilidades y aún menos preocupaciones. Buscaba trabajo pero sin agobios. Se sobreentendía que primero debía dominar el idioma y a eso dedicaba las mañanas de lunes a jueves. El resto del tiempo vagabundeaba por la ciudad. Pasaba horas en las bibliotecas leyendo periódicos españoles atrasados. Me colaba en la universidad para usar internet (tenía 24 años. Parecía un estudiante más). Escribía cartas (debo ser de los últimos mohicanos postales. Dudo que mis alumnos sepan que una carta puede servir para que dos personas se comuniquen. Podría ser peor, tengo un amigo de mi edad que una vez envió un telegrama a una novieta polaca. ¡Eso sí que es un anacronismo!). A pesar de no tener obligaciones de ningún tipo cumplía mi propio horario laboral. Salía temprano de casa y no regresaba hasta la hora en que Johanna lo hacía de su trabajo. Fue, sin pretenderlo de antemano, un año sabático, un tiempo de descubrimientos.

Finlandia, Helsinki, era un lugar lo suficientemente confortable como para no sentirme del todo extranjero. Un Estado de Bienestar de los más avanzados, que me proporcionaba la seguridad para deambular sin ningún tipo de temor. Al mismo tiempo, Finlandia, Helsinki, era un lugar lo suficientemente extraño como para llamar mi atención constantemente. Si el Mundo se circunscribiera a la Unión Europea, podríamos decir sin temor que Finlandia y España no tienen nada en común.

En Finlandia descubrí, por ejemplo, que existían las cuatro estaciones. Sí, ya en preescolar había oído hablar de la primavera, el verano, el otoño y el invierno. Pero era un conocimiento teórico. En Córdoba sólo hay dos estaciones: el calor, desde finales de abril hasta finales de octubre; y el frío, de noviembre a marzo. Cinco meses en chaquetón y seis en manga corta con unos pocos días de transición. Cuando hace calor los días son un poco más largos y cuando hace frío un poco más cortos. Ya está. El paisaje apenas varía. En Sierra Morena las encinas siguen verdes todo el año, igual que los naranjos de la ciudad y los olivos del alto Guadalquivir. Un paisaje perenne.

Estoy tratando de explicar(me) la razón por la cual mi estancia en Finlandia supuso un redescubrimiento de la Navidad. Mejor dicho: el descubrimiento de una nueva Navidad. Una Navidad necesaria, luminosa y cálida en el frío y oscuro invierno finlandés. Una Navidad sorprendente e inesperada, alejada no sólo de la navidad española a la que estaba acostumbrado sino de cualquier idea previa que hubiera concebido sobre ella. Por ejemplo, ¿cómo habría podido imaginar que Santa Claus era una cabra? ¿o que en Nochebuena las familias tenían por costumbre acudir a los cementerios a visitar las tumbas de sus parientes?
Os presento a Santa Claus, la cabra de la Navidad

Todo empezó con las postales. Curioseando por tiendas y librerías me llamaron la atención las postales navideñas finlandesas. Eran tan bonitas como originales, poseían una iconografía cuyo significado se me escapaba. Johanna no fue de gran ayuda. Para ella esas figuras habían estado siempre ahí, preguntar por su significado tenía tanto sentido como preguntarse por qué tenemos cinco dedos en cada mano y no cuatro. Esto es lo que descubrí de la navidad finlandesa a través de sus postales:
  1. Santa Claus es una cabra. En finlandés Santa Claus se llama Joulupukki que significa literalmente cabra (pukki) de la Navidad (joulu). Los escaparates de las tiendas estaban repletos de cabras de paja como la de la imagen. Por más que indagué y pregunté nadie supo explicarme la razón. Yo siempre había relacionado la cabra con el demonio lo que resultaba más chocante aún. Muchos años después, gracias a esta página, encuentro una explicación:
    Los escandinavos también desarrollaron una figura similar a la de Santa Claus, que repartía regalos en Navidad. Este personaje procedía de uno más antiguo: la llamada cabra Yule, cuyas características fueron cambiando con el tiempo. En algunas épocas, en Suecia se creía que era un espíritu protector que aparecía poco antes de las fiestas de Yule, para que todos los preparativos se hiciesen correctamente. Durante el siglo XIX, la cabra de Yule en toda Escandinavia se convirtió en un personaje que daba regalos de Navidad: uno de los hombres de la familia se vestía de cabra y sorprendía a los niños con regalos y golosinas. Comenzaron, por tanto, a fusionarse las tradiciones paganas de Escandinavia y las cristianas de San Nicolás y Santa Claus. La cabra fue reemplazada por el Jultomte o Julenisse (Santa Claus ) a finales de siglo, a pesar de que todavía se llama Cabra Yule (Joulupukki ) en Finlandia. Jultomte también fue caracterizado como un hombre de baja estatura, con barba, que vestía ropa gris y un sombrero rojo.
  2. Nada de renos que tiran de trineos. ¡Y nada de entrar volando por la chimenea! Los renos, como los ciervos, no son animales de tiro. ¿A qué guionista se le ocurrió esa idea? En las postales finlandesas los trineos son arrastrados por caballos o por personas. Como Joulupukki vive en Finlandia no necesita volar para dejar los regalos, le basta con desplazarse por tierra con su trineo o simplemente ir andando con el saco a cuestas.
  3. El personaje que tira del caballo en la postal de la derecha no es Joulupukki sino un tonttu, una especie de duende benévolo que habita en la granja y que vela por los habitantes de la misma. Es amigo de los gatos, los zorros y cuida especialmente a unos pájaros pequeños como gorriones. También conoce y ayuda a Joulupukki.


  4. Los gatos, los zorros y los pequeños pajaritos tenían su propia línea de postales navideñas. He aquí una muestra:

  5. Mención aparte merece el cerdo. Su presencia en las postales navideñas no le augura nada bueno. Es el único animal de la granja que no disfrutará de la Nochebuena. En compensación es agasajado con todos los honores, villancico incluido:



















"Porsaita äidin omme kaikki" significa algo así como "todos somos los cerditos de mamá". Es un villancico muy popular. A mi me lo enseñaron en las clases de finés. La letra es simple y repetitiva:
Todos somos los cerditos de mamá (bis)
Tú y yo (bis)

jueves, 2 de enero de 2014

Las sorpresas. (Navidad 1)

En mi familia tenemos la costumbre de regalarnos sorpresas en Nochebuena. No sé bien cómo arrancó la tradición pero desde hace al menos 30 años las sorpresas han estado presentes en mis navidades. Incluso cuando he vivido fuera me llegaban vía postal.

¿Qué es una sorpresa? No es una broma, ni un regalo, aunque tenga algo de ambos. Es un objeto de tamaño pequeño (aunque no siempre) envuelto en papel de regalo que viene acompañado con un pequeño texto que justifica la relación entre el contenido de la sorpresa y el receptor. Es costumbre leer primero el texto y a continuación abrir el paquete.

Hace treinta años los pequeños paquetes se colocaban bajo el árbol de Navidad y se abrían durante la cena de Nochebuena. A pesar de la fecha señalada las sorpresas no eran traídas por Papá Noel ni por ningún otro ser mágico. Eran mis padres quienes las preparaban. Más tarde, según fuimos creciendo, empezamos mi hermana y yo a preparar sorpresas para mis padres, mis abuelos y mi tía Mª Antonia. Al principio formando equipo y luego por separado. En la cena hacía tanta ilusión recibir sorpresas como ver la reacción a las sorpresas que uno había preparado. La sorpresa más antigua que recuerdo haber recibido es un pin de Snoopy jugando al baloncesto. El texto terminaba con la palabra campeón. El halago hizo efecto porque le cogí gran cariño al pin.


La tradición de las sorpresas sobrevivió a la emancipación de los hijos. Es más, se robusteció con la llegada primero de Álvaro y después de Sonia. Hasta el punto de que hubo un momento en que pareció morir de éxito. Cada adulto preparaba una sorpresa a cada uno de los demás miembros de la familia. Eso significa que el número de sorpresas aumentaba en progresión aritmética con cada nuevo miembro familiar (Alba, Adrián, Héctor). ¡Con tanta sorpresa no íbamos a tener tiempo de cenar! Hace un par de años se establecieron restricciones en el número de sorpresas para reconducir la situación.

Las sorpresas se dan en Nochebuena en casa de mis padres. Los que no estén presentes en ese momento las reciben/entregan en la primera ocasión en la que estemos todos reunidos que, para nosotros, fue ayer por la noche. Estas son mis tres sorpresas de este año:

Texto: Martes tras martes, jugamos con devoción,
           hay días que disfrutamos y otros que no.
           Lo que está claro es que en la pista hay que tener vista,
           para no acabar en el dentista.
           Esta sorpresita ayudará,
           a tu visión de juego mejorar...
 En el paquete había unas gafas como las que se pueden ver en la imagen.

Texto: Partiendo de que soy de otra generación,
           y que me cuesta comprender el comportamiento del alumnado,
          creo que el problema es de educación
          y nadie debe mirar para otro lado.
          Aún recuerdo a los maestros sentados en su sillón
         y todo el mundo callado,
         callado y prestando atención,
         no vaya a ser que golpee este instrumento tan usado,
         con mano dura e intención.
Cuando leí el texto pensé que me iba a caer una vara o una regla. Pero no, se trataba de un timbre para llamar la atención y solicitar silencio.

Texto: Nunca te sirves una sin posarla adecuadamente,
           Tu truco: uno aquí y otro allá, formando parte de la decoración habitual.
           Dejemos entonces que en navidades el paisaje cambie
           y sean otros los que tu cerveza salvaguarden.
En el paquete había un conjunto de posavasos con motivos navideños. Hoy ya le he dado uso pero no con una cerveza sino con una taza de Glühwein bien calentito.

De todas las tradiciones navideñas, las sorpresas es mi favorita. La que mejores recuerdos me trae. Tener que pararte a escribir un texto hace que pienses en la persona que va a recibir la sorpresa. Es un gesto de cariño que se ve reflejado en el buen ambiente que siempre se crea.