Cita



El momento de la verdad nunca llega, el momento de la verdad nunca se va.
Ramón Eder

sábado, 4 de enero de 2014

Postales. (Navidad 2)


Tenía mucho tiempo libre, pocas responsabilidades y aún menos preocupaciones. Buscaba trabajo pero sin agobios. Se sobreentendía que primero debía dominar el idioma y a eso dedicaba las mañanas de lunes a jueves. El resto del tiempo vagabundeaba por la ciudad. Pasaba horas en las bibliotecas leyendo periódicos españoles atrasados. Me colaba en la universidad para usar internet (tenía 24 años. Parecía un estudiante más). Escribía cartas (debo ser de los últimos mohicanos postales. Dudo que mis alumnos sepan que una carta puede servir para que dos personas se comuniquen. Podría ser peor, tengo un amigo de mi edad que una vez envió un telegrama a una novieta polaca. ¡Eso sí que es un anacronismo!). A pesar de no tener obligaciones de ningún tipo cumplía mi propio horario laboral. Salía temprano de casa y no regresaba hasta la hora en que Johanna lo hacía de su trabajo. Fue, sin pretenderlo de antemano, un año sabático, un tiempo de descubrimientos.

Finlandia, Helsinki, era un lugar lo suficientemente confortable como para no sentirme del todo extranjero. Un Estado de Bienestar de los más avanzados, que me proporcionaba la seguridad para deambular sin ningún tipo de temor. Al mismo tiempo, Finlandia, Helsinki, era un lugar lo suficientemente extraño como para llamar mi atención constantemente. Si el Mundo se circunscribiera a la Unión Europea, podríamos decir sin temor que Finlandia y España no tienen nada en común.

En Finlandia descubrí, por ejemplo, que existían las cuatro estaciones. Sí, ya en preescolar había oído hablar de la primavera, el verano, el otoño y el invierno. Pero era un conocimiento teórico. En Córdoba sólo hay dos estaciones: el calor, desde finales de abril hasta finales de octubre; y el frío, de noviembre a marzo. Cinco meses en chaquetón y seis en manga corta con unos pocos días de transición. Cuando hace calor los días son un poco más largos y cuando hace frío un poco más cortos. Ya está. El paisaje apenas varía. En Sierra Morena las encinas siguen verdes todo el año, igual que los naranjos de la ciudad y los olivos del alto Guadalquivir. Un paisaje perenne.

Estoy tratando de explicar(me) la razón por la cual mi estancia en Finlandia supuso un redescubrimiento de la Navidad. Mejor dicho: el descubrimiento de una nueva Navidad. Una Navidad necesaria, luminosa y cálida en el frío y oscuro invierno finlandés. Una Navidad sorprendente e inesperada, alejada no sólo de la navidad española a la que estaba acostumbrado sino de cualquier idea previa que hubiera concebido sobre ella. Por ejemplo, ¿cómo habría podido imaginar que Santa Claus era una cabra? ¿o que en Nochebuena las familias tenían por costumbre acudir a los cementerios a visitar las tumbas de sus parientes?
Os presento a Santa Claus, la cabra de la Navidad

Todo empezó con las postales. Curioseando por tiendas y librerías me llamaron la atención las postales navideñas finlandesas. Eran tan bonitas como originales, poseían una iconografía cuyo significado se me escapaba. Johanna no fue de gran ayuda. Para ella esas figuras habían estado siempre ahí, preguntar por su significado tenía tanto sentido como preguntarse por qué tenemos cinco dedos en cada mano y no cuatro. Esto es lo que descubrí de la navidad finlandesa a través de sus postales:
  1. Santa Claus es una cabra. En finlandés Santa Claus se llama Joulupukki que significa literalmente cabra (pukki) de la Navidad (joulu). Los escaparates de las tiendas estaban repletos de cabras de paja como la de la imagen. Por más que indagué y pregunté nadie supo explicarme la razón. Yo siempre había relacionado la cabra con el demonio lo que resultaba más chocante aún. Muchos años después, gracias a esta página, encuentro una explicación:
    Los escandinavos también desarrollaron una figura similar a la de Santa Claus, que repartía regalos en Navidad. Este personaje procedía de uno más antiguo: la llamada cabra Yule, cuyas características fueron cambiando con el tiempo. En algunas épocas, en Suecia se creía que era un espíritu protector que aparecía poco antes de las fiestas de Yule, para que todos los preparativos se hiciesen correctamente. Durante el siglo XIX, la cabra de Yule en toda Escandinavia se convirtió en un personaje que daba regalos de Navidad: uno de los hombres de la familia se vestía de cabra y sorprendía a los niños con regalos y golosinas. Comenzaron, por tanto, a fusionarse las tradiciones paganas de Escandinavia y las cristianas de San Nicolás y Santa Claus. La cabra fue reemplazada por el Jultomte o Julenisse (Santa Claus ) a finales de siglo, a pesar de que todavía se llama Cabra Yule (Joulupukki ) en Finlandia. Jultomte también fue caracterizado como un hombre de baja estatura, con barba, que vestía ropa gris y un sombrero rojo.
  2. Nada de renos que tiran de trineos. ¡Y nada de entrar volando por la chimenea! Los renos, como los ciervos, no son animales de tiro. ¿A qué guionista se le ocurrió esa idea? En las postales finlandesas los trineos son arrastrados por caballos o por personas. Como Joulupukki vive en Finlandia no necesita volar para dejar los regalos, le basta con desplazarse por tierra con su trineo o simplemente ir andando con el saco a cuestas.
  3. El personaje que tira del caballo en la postal de la derecha no es Joulupukki sino un tonttu, una especie de duende benévolo que habita en la granja y que vela por los habitantes de la misma. Es amigo de los gatos, los zorros y cuida especialmente a unos pájaros pequeños como gorriones. También conoce y ayuda a Joulupukki.


  4. Los gatos, los zorros y los pequeños pajaritos tenían su propia línea de postales navideñas. He aquí una muestra:

  5. Mención aparte merece el cerdo. Su presencia en las postales navideñas no le augura nada bueno. Es el único animal de la granja que no disfrutará de la Nochebuena. En compensación es agasajado con todos los honores, villancico incluido:



















"Porsaita äidin omme kaikki" significa algo así como "todos somos los cerditos de mamá". Es un villancico muy popular. A mi me lo enseñaron en las clases de finés. La letra es simple y repetitiva:
Todos somos los cerditos de mamá (bis)
Tú y yo (bis)

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