Cita



El momento de la verdad nunca llega, el momento de la verdad nunca se va.
Ramón Eder

miércoles, 31 de agosto de 2011

Vacaciones plenas

Mañana regreso al trabajo y me parece mentira. Mi cuerpo y mi mente se sienten todavía en plenas vacaciones, como si aún quedasen semanas ociosas por delante.

Ya no estoy en plenas vacaciones pero una vez concluidas puedo afirmar que han sido unas vacaciones plenas. Desde el primer día hasta el último. He descansado, me he divertido, he disfrutado, no he pensado ni un minuto en el trabajo, no ha habido días rutinarios, hemos viajado, hemos ido a conciertos, a la playa, a PhotoEspaña, hemos estado con la familia y a falta de lámpara y cortinas hemos terminado de amueblar el salón. Cada día ha sido especial y los he disfrutado todos.




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lunes, 29 de agosto de 2011

El maleducado y el ser superior

El actual entrenador del Real Madrid es un maleducado recalcitrante. Ha demostrado que no sabe ganar y menos aún sabe perder. Siendo una persona que ostenta un poder inmenso dentro de su profesión se hace la víctima constantemente sin razón y sin verguenza. Además es altivo, egocéntrico, ventajista, el peor ejemplo que pueden tener los jóvenes aficionados al fútbol (que, especialmente en el caso de los varones, son casi todos).

El actual presidente del Real Madrid es un ser superior, según definición de uno de sus más fervorosos subalternos. Y debe de serlo porque lo que está consiguiendo no es fácil, que madridistas de toda la vida estén renegando de su equipo o estén a punto de hacerlo. Hagamos un resumen de su historial deportivo (quizás sería más interesante conocer su historial laboral, enterarnos de cómo ha llegado a ser un empresario "top", en palabras de su maleducado y protegido empleado). Llega a la presidencia del Real Madrid cuando el equipo, entrenado por Del Bosque, acaba de ganar su segunda copa de Europa en tres temporadas. Con la inercia de ese grupo ganador más unos fichajes estelares (Figo, Zidane y Ronaldo) el equipo gana dos ligas y una copa de Europa en las siguientes tres temporadas, las únicas exitosas de su mandato. Desde entoces el ser superior se dedica en cuerpo y alma a demoler la institución que preside: echa a Del Bosque sin aviso el día después de ganar la liga, ficha a un entrenador tras otro a cual más extravagante (cinco entrenadores en dos temporadas), ficha a un director deportivo tras otro (tres directores en esas mismas dos temporadas) y cuando comprueba que el equipo está hundido en el pozo dimite a mitad de temporada, dejando como sustituto a un tal Fernando Martín que poco tiempo después sale en los periódicos porque la constructora que dirige entra en suspensión de pagos.

Se convocan elecciones y se produce el escándalo del voto por correo propiciado por la normativa aprobada durante la era del ser superior (¿una manera de garantizarse las victorias electorales?). Una jueza dictamina que no se contabilice el voto por correo y que sólo se considere válido el presencial. De esta manera gana un candidato inesperado: Ramón Calderón. Sorprendentemente el equipo se rehace y en las siguientes dos temporadas gana la liga al poderoso Barcelona de Ronaldiño. Pero una mala temporada y nuevos escándalos por trapicheos en las asambleas de socios provocan la dimisión de Calderón y un adelanto electoral. Sólo se presenta un candidato (los avales bancarios requeridos para presentar candidatura no están al alcance de cualquiera) y por lo tanto no es necesario el trámite de las urnas. El ser superior regresa como salvador del caos que él mismo ha provocado. Y lo hace con su mano derecha habitual, un cantamañanas que lleva muchos años viviendo del cuento.

La primera temporada promete. Ficha a un buen entrenador y a grandes jugadores. Borrón y cuenta nueva. Pero la temporada acaba sin títulos porque el rival, el Barcelona actual, es uno de los mejores equipos de la historia del fútbol. No es demérito del Madrid sino mérito del Barcelona. El ser superior no lo entiende así y despide al entrenador (y van....) para fichar al maleducado, que se comporta en Madrid como lo ha hecho en los otros clubes en los que ha trabajado, subordinando los intereses del Real Madrid a los suyos propios. Y el ser superior lo consiente y se lo permite todo. Cualquier medio es válido para conseguir los fines (y encima no siempre se consiguen, por lo que nos envilecemos para nada. En las últimas cinco temporadas que el ser superior ha presidido el club, el equipo solo ha ganado una Copa del Rey).

Después del bochorno de la supercopa me propuse no ver ningún partido de fútbol esta temporada. No quiero que pierda mi equipo, pero tampoco quiero que ganen el maleducado y el ser superior. Prefiero dedicar mi atención a otra cosa.

Pero esta mañana en la piscina mi padre me preguntó si iba a ir a casa a ver el partido. No había pensado en que los partidos de fútbol son unas de las pocas aficiones que comparto con mi padre. Renunciar a ver los partidos supone renunciar a compartir con él algunas tardes de domingo. Así que cambié de idea. Veré los partidos como cuando veía el baloncesto de la NBA, sólo interesándome en la retransmisión del juego, sin saber nada, sin querer saber nada de ruedas de prensa, declaraciones, desplantes, rumores, celebraciones o frustraciones mal llevadas. Como si no existieran el maleducado y su superior.

Hoy suena el himno del Madrid. Un himno de opereta, ridículo y desfasado, pero entrañable para los seguidores de toda la vida. En su afán por arruinar moralmente la institución, el ser superior lo ha intentado suplantar por una horterada cantada a pleno pulmón por Plácido Domingo. No me extraña que no le guste, porque escuchando su letra a más de uno debería darle verguenza:

Enemigo en la contienda,
cuando pierde da la mano
sin envidias ni rencores



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miércoles, 24 de agosto de 2011

El mayor capricho


El mayor capricho que recuerdo haberme dado en mi vida fue una cámara de fotos parecida a esta. Nunca antes me había gastado tanto dinero en un objeto ni en ninguna otra cosa. Para más inri me la compré cuando estaba en paro y sin ingresos.

Su precio era de 600 euros (599, para ser exactos). Me ahorré 30 euros gracias a que Guancho la pagó con su tarjeta y le hicieron un 5% de descuento por "lista de bodas". Fuimos a comprarla el día de nochebuena de 2002.

¿Para qué necesitaba una cámara de esas características? Evidentemente, no la necesitaba. Siempre había imaginado que me gustaría hacer fotografías. Lo que no me atraía era la parte del revelado, demasiado aparatoso y costoso. Por eso en cuanto empezaron a comercializarse las cámaras de fotos digitales quise hacerme con una. Las máquinas eran caras, pero a cambio no había que comprar carretes ni tener costes de revelado. Podía hacer fotos "experimentales" y luego tratarlas con algún programa informático. Un juguete muy apetecible.

Seiscientos euros era mucho dinero y más aún en mi situación económica. Supongo que pensé que, dado que no tenía por entonces demasiadas ilusiones ni distracciones (en cambio disponía de mucho tiempo libre), el dinero estaba para eso, para facilitar que algunas ilusiones se cumplan. Y si se puede, se puede.

Estuve utilizando la cámara hasta el verano de 2006. Tres años y medio en los que fotografié Bilbao y alrededores, Córdoba, Barcelona, Azuqueca, Guadalajara, Madrid, Cuenca, la boda de Elena y Álvaro, Polonia, el Cabo de Gata, Bruselas y alrededores, la carrefourada, a mi familia y a mis amigos. Muchos momentos y lugares registrados.

Ayer, haciendo limpieza en la casa antes de que comienze el curso, la puse con los demás trastos viejos directa a la basura.




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lunes, 22 de agosto de 2011

Profesores de religión


Estudié EGB en un colegio de curas concertado. En la primera etapa, de 1º a 5º, nos enseñaban religión los mismos maestros que nos enseñaban a leer o a sumar. No recuerdo el nombre de la maestra que me dio clase en 1º (¿la señorita Isabel?). Era una mujer de mediana edad (mayor que mis padres y, por lo tanto, muy mayor desde mi punto de vista. Ahora imagino que no sería tan mayor), cariñosa y agradable. Guardo un buen recuerdo de ella. Todas las mañanas rezábamos un padre nuestro al comienzo de las clases. A esa edad la enseñanza no estaba tan compartimentada como en los cursos posteriores, era un continuo donde se mezclaba las sumas con los dictados, las lecturas, los dibujos y las historias. Y entre esas historias conocíamos la historia de Moisés, la de Abraham, la de Jacob... En eso consistía la enseñanza de religión. Todo centrado en el Antiguo Testamento.

Tampoco recuerdo el nombre de la maestra que me dio clase en 2º. Era más joven (más joven que mis padres). No tengo recuerdos de ese curso, ni en materia religiosa ni en ninguna otra. Echaba de menos las clases con la señorita Isabel.

En 3º, 4º y 5º me dio clase D. Francisco. En tercero, además, teníamos catequesis con el padre Paco para preparar la primera comunión (sí, en horario escolar en un centro concertado. Curso 82/83). Ese curso tuve una sobredosis de enseñanza religiosa. Los sacramentos, la penitencia, la comunión, el Nuevo Testamento con toda la intensidad dramática posible. Yo era muy aplicado. Recuerdo que me daba rabia que no se pudieran recibir todos los sacramentos por la incompatibilidad entre el matrimonio y el sacerdocio. Envidiaba a los santos, que ya estaban en el cielo. Habían cumplido su objetivo. Yo veía muy difícil llegar al cielo. Todo era pecado. Uno podía pecar simplemente pensando. ¡Es imposible no pensar!
En el colegio, los carmelitas nos ponían como ejemplo a Santa Teresa, que con seis años (dos menos de los que yo tenía entonces) huyó de su casa con su hermano para ir a tierra de infieles y convertirse en mártir del cristianismo. Su tío se los encontró por el camino y frustró la tentativa. Si en esos momentos me entero de que Alcolea es tierra de infieles allí que hubiera ido yo a sufrir martirio. Como triste alternativa me conformaba metiéndome piedrecitas en los zapatos (idea copiada de no recuerdo ahora qué santo niño. Gracias a esta maravilla que es internet descubro que se trata de Domingo Savio).

D. Francisco merece un párrafo aparte. Un poco mayor que mis padres tal vez, no mucho. Era un sádico camuflado. No pensaba eso de él cuando era mi maestro. Yo era demasiado ingenuo y sentía un respeto sin reservas hacia la autoridad. El maestro no podía estar equivocado, ni ser malo o mezquino. Eso iría contra la lógica, los policías no roban ni los bomberos queman las casas. A mí me gustaba D. Francisco, me lo pasaba bien en sus clases. Con el tiempo, al recordar las cosas que hacía o nos decía, me fui dando cuenta de que era un pésimo maestro y una mala persona. Le gustaba humillar a los alumnos más torpes ("los sabios" los llamaba, como en el famoso concurso de la época, y todos los días los sacaba a la pizarra), pegaba capones y tiraba de las patillas (a mí nunca me pegó, creo que fui de los pocos que se salvó), y era un mentiroso compulsivo. Contaba historias increibles que hasta que no pasaron años no caí en la cuenta de que eran mentira. A lo mejor yo era el único tonto que se las creía. Es posible que por eso me librara de los capones.
Las clases de religión de D. Francisco fueron el sustrato de las peores pesadillas que he tenido en mi vida. La vida era un examen continuo muy difícil de aprobar. Y si no aprobábamos (que en mi opinión era lo más normal puesto que el padre Paco nos había explicado que casi todo era pecado. El mundo se dividía en unos pocos santos y una multitud de pecadores) ya sabíamos lo que nos esperaba: el infierno. Y el infierno, según D. Francisco, consiste en sufrir durante toda la eternidad nuestro tormento más temido. El demonio es muy listo y sabe lo que más temes. Imagina lo que más temes, piénsalo. Yo intentaba imaginar un tormento soportable y autoconvencerme de que eso era lo que más temía, a ver si así podía engañar al demonio. Pero sabía que eso era imposible, el demonio era casi tan poderoso como Dios. No se le podía engañar. Pero sí, según D. Francisco, podíamos venderle nuestra alma. El demonio podía concedernos el deseo que quisiéramos. Así de poderoso era. Es difícil no guardarle rencor a D. Francisco por tantas noches de pesadillas. Hubiera preferido los capones.

En 6º la enseñanza se compartimentaba claramente en asignaturas. El profesor de religión era el padre Pedro, director del colegio. Por primera vez teníamos libro de texto. Recuerdo las clases soporíferas. Estudiábamos las distintas religiones: el islam, el hinduismo, el judaismo; pero solo para demostrar cuan equivocadas estaban. El padre Pedro nos explicó cómo los principales filósofos habían demostrado la existencia de Dios. La Iglesia no niega que vengamos del mono, decía el padre Pedro, ¿pero cómo pasamos de ser monos a ser hombres? Fue Dios, con su gracia divina, el que otorgó un alma al mono para convertirlo en hombre.

En 7º nos daba religión el padre Julio (que no era cura, aunque le llamásemos padre, pero formaba parte de la familia carmelita no sé bien en calidad de qué). No recuerdo nada de sus "enseñanzas". Solo recuerdo su carácter bondadoso y que en los exámenes hacia como que no se daba cuenta si sacabas el libro para copiarte.

No recuerdo el nombre del cura que nos dio religión en 8º. A diferencia de los demás curas profesores (no solo los de religión) no vivía en el convento anexo sino en las ermitas de la sierra. No teníamos libro de texto o no lo utilizábamos. Se dedicaba a dictar apuntes, paseando entre los pupitres y posando su mano sobre el hombro o la cabeza de los alumnos. No vamos a pensar mal, el hombre simplemente tenía la manía de tocar a los alumnos como gesto de sano cariño. Me pregunto qué cara pondrían mis alumnos si yo hiciera eso en clase. El padre cariñoso nos enseñaba los tecnicismos de la religión católica: el rito de cada sacramento con su correspondiente fórmula, los agentes, los medios y los pacientes; el Espíritu Santo y cómo guiaba las decisiones del papa (de ahí su infalibilidad), etc. Un día nos contó que se encontraba en la plaza de San Pedro en el momento en que se anunció a Juan Pablo II como nuevo pontífice. Cuando estaban esperando el anuncio, por el balcón del vaticano se asomó un cardenal negro y unas monjitas que estaban a su lado exclamaron ¡que no sea un papa negro, no puede ser un papa negro! Pero no, hombre, el Espíritu Santo no podía equivocarse de aquella manera. Fue un papa blanco y bien blanco. De la misma Polonia.

Los dos últimos años de colegio no fueron nada agradables. Por muchos motivos, no le voy a echar toda la culpa a los curas. Pero sí tenían una parte importante. Al fin y al cabo ellos dirigían el colegio y seleccionaban a los profesores que eran los principales responsables del ambiente opresivo que se respiraba allí. Dejar el Colegio Virgen del Carmen fue toda una liberación.

En el instituto pude haber elegido ética en lugar de religión pero no lo hice. La verdad es que no me lo llegué a plantear en ningún momento (ni nadie me lo llegó a preguntar, que yo recuerde). Era algo implícito, lógico, incuestionable. Estudiaba religión por lo mismo que estudiaba bachillerato y no FP. En todo caso me alegro de que fuera así porque gracias a eso caí en una clase en la que conocí a los que llevan siendo mis amigos más de media vida.

En 1º de BUP nos dio clase de religión un cura que, según decían, oficiaba en San Nicolás. Era relativamente joven y de aspecto chulesco. La rutina era invariable: entraba por la puerta y con desgana decía "podéis iros a la P calle". Así, literal. Y eso hacíamos, salir a la calle. La hora de religión era una hora de recreo. Hasta que se nos acabó el chollo a mediados del segundo trimestre. Algún padre se habría quejado y le debieron de llamar la atención. Un día entró en clase especialmente cabreado y nos dijo que ya no podríamos salir más gracias a algún chivato mentiroso. Sí mentiroso, porque él nunca nos había dicho que nos pudiéramos ir a la puta calle, él lo que decia es que podíamos ir a la P calle, es decir, a la puerta de la calle.
Se tomó su venganza. El resto del curso nos tuvo haciendo innumerables tareas y trabajos a cual más absurdo (ejemplo: contar cuántas veces aparece la palabra amor en el evangelio de San Juan) y a final de curso llevó a casi toda la clase a suficiencia.

En 2º y 3º de BUP tuve de profesor de religión a otro cura. Un integrista, de sonrisa perenne e inquietante, que había sido capellán del ejército. Una de sus perlas: "Los cristianos debemos amar a todo el mundo, incluso a los comunistas". Su obsesión era asegurarse de que fuésemos unos jóvenes católicos ideales (según su retrógrada idea, claro). Nos propuso dedicar las clases de religión como catequesis para preparar la confirmación. Más tarde caería en la cuenta de que los tiempos habían cambiado lo suficiente como para no permitir la catequesis en horario escolar (a diferencia del curso 82/83) y menos en un centro público. Así que propuso dedicar dos recreos a la semana a preparar la confirmación (ahí demuestra su aunténtica vocación de propagar la verdadera fe. Ahora que soy profesor valoro el esfuerzo que también le suponía a él dedicar dos recreos a la semana durante dos cursos a nuestra evangelización). En mi clase nadie se apuntó a la catequesis, confirmando, nunca mejor dicho, en la mente de Isidoro la idea de que nos estábamos echando a perder. Al padre de un amigo mío, que también era profesor en el centro, llegó a llamarlo a casa para comentarle lo preocupado que estaba por el comportamiento de su hijo y de las amistades nefastas que tenía en clase.
Las clases eran sermones. Si el gobierno lanzaba una campaña para promover el uso del preservativo entre los jóvenes con el lema póntelo, pónselo, Isidoro contraatacaba con varios sermones sobre el tema que se resumían en propóntelo, propónselo. La abstinencia que fortalece el espíritu y el amor auténtico era lo que había que proponerse, por si alguien tiene duda.
Gracias a Isidoro tomé consciencia de mi rechazo a la Iglesia Católica. Hacía ya tiempo que no comulgaba (en todos los sentidos) y que no iba a misa pero de una manera culposa, como el que no hace las tareas porque no le apetece y le queda un fondo de remordimiento. Hasta que un día Isidoro anunció que en la próxima clase íbamos a celebrar una misa en la iglesia (la iglesia de la Universidad Laboral que ahora es el salón de actos del Campus Rabanales y que podéis ver en la foto de arriba). Sí, una misa en horario lectivo en un centro público durante el curso 90/91.
La tarde anterior estaba en casa de un amigo haciendo las tareas (o pretendiendo que haciamos las tareas) y mi amigo propuso que fuesemos a confesarnos (supongo que ese contexto confesarse formaba parte de hacer las tareas). Me sorprendió su propuesta pero no vi razones para negarme. Fuimos a una iglesia cercana a su casa y allí me confesé por última vez. Hacía tiempo que no lo hacía y me sentí enormemente ridículo cuando me arrodillé delante de aquel desconocido al tiempo que decía "ave María purisíma". No recuerdo qué confesé, supongo que tres o cuatro vaguedades para salir rápidamente de aquel embrollo en el que me había metido sin pensarlo. Esa noche hice el examen de conciencia que teóricamente debí haber hecho antes. En ese momento reconocí abiertamente la realidad: ya no creía en la Iglesia Católica. Es más, me producía rechazo.
Al día siguiente se celebró misa en la hora de religión. Los veintitantos alumnos formábamos un semicírculo en torno a Isidoro. Al llegar el momento de la comunión, Isidoro se acercó a cada uno de nosotros ofreciéndonos la hostia, recorriendo el semicírculo de izquierda a derecha. Cuando llegó a donde yo estaba me acercó la hostia a la boca. Hice un ademán negativo con la cabeza. Con su perenne sonrisa se quedó unos segundos parado, la hostia a pocos centímetros de mi boca, esperando un cambio de parecer. Su sonrisa parecía decir: "¿a qué viene esto? Vamos, sé que eres un buen muchacho, conozco a tu padre, déjate de tonterías y haz lo que debes". Digamos que aquella fue mi primera "no-comunión", un ritual ad hoc para celebrar mi renuncia al catolicismo. Fue una liberación. En cierto sentido fue la culminación de la liberación que supuso dejar el colegio de curas.

Estos días, con motivo de la reunión de los jóvenes católicos con el papa, he escuchado numerosas teorías sobre las razones por las que muchos jóvenes (y no tan jóvenes) dan de lado a la Iglesia. Me pregunto por qué nadie nombra nunca a los profesores de religión. Ellos solos se bastan. Mi experiencia me dice que el Espíritu Santo es un pésimo jefe de recursos humanos, al menos en lo referente a la selección del personal.

La canción de hoy cae por su propio peso. Curiosamente me compré el disco (de vinilo todavía) en el año de mi primera no comunión.




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martes, 16 de agosto de 2011

Ja sóc aquí

Ja sóc aquí, en Cartagena. Casi una parada técnica antes de regresar a Córdoba, donde nos espera el calor que hemos ido esquivando durante todo el verano.
En Barcelona ha hecho una temperatura especialmente agradable. Nada de calor ni de humedad. Al atardecer refrescaba hasta el punto de apetecer la manga larga. Esto escribía Félix de Azúa este domingo en El País: Hoy sopla de nuevo el viento del sur. Durante unos días, casi una semana, aquí la vida ha sido soportable gracias a una temperatura europea. Hoy ha entrado el siroco y hemos regresado a nuestra indiscutible identidad, la de africanos levemente domesticados. Tuvimos suerte, pues. Algunos brochazos:

Barcelona no es para el verano (ni siquiera a temperatura europea). Demasiado turismo low-cost. Había leído sobre este fenómeno, sabía que el ayuntamiento de Barcelona había aprobado una ordenanza en la que establecía multas para las personas que paseasen por la ciudad en bañador o sin camiseta (aún así vimos algunos, todos turistas extranjeros), pero no imaginaba lo extendido que estaba. Pasear por las Ramblas, la Barceloneta, el barrio gótico o cerca de cualquier obra de Gaudí es como ir por un parque temático lleno de adolescentes maleducados (en el mejor de los casos) o directamente imbéciles. Digo adolescentes porque es lo que parecen, aunque la mayoría sobrepasa la veintena e incluso algunos parecian tener más de treinta. Me pregunto que diría Oscar Wilde si supiera que ahora Dorian Gray va en manada, calzando chanclas y sujetando un vaso de plástico con sustancia alcohólica. Veo difícil que el ayuntamiento pueda hacer algo al respecto. Las ordenanzas serían infinitas: prohibido pasear sin camiseta, prohibido jugar a la pelota en las escalinatas del parque Güell, prohibido lanzar botellas de plástico llenas de agua al aire, prohibido ir en bicicleta por la acera como si fueras el rey de la pista.... resumiendo: prohibido hacer el ganso en cualquiera de sus innumerables manifestaciones. Y eso que no salimos por la noche a ver a la peña en su auténtico ambiente.

Castelldefels ha supuesto una agradable sorpresa. Lo elegimos por precio y resultó ser todo un acierto. Un pueblo la mar de agradable y cómodo. Ideal para nuestras necesidades. Es como Azuqueca pero con (muy buena) playa y a tan solo 25 minutos del Paseo de Gracia tomando el cercanías. Y sin turismo. Muy recomendable.

A Cataluña hemos de volver. Nos ha encantado. Gerona, Tarragona, Montserrat, Besalú, El monasterio de Poblet, las montañas, las masías, el mar... Nos han quedado ganas de repetir. Dentro de unos años, cuando todos los viajeros puedan subir escaleras por sí solos y aguanten largas jornadas turísticas. A Barcelona también hemos de volver, pero no en verano.





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jueves, 4 de agosto de 2011

Tancat per vacances

El Aparthotel está muy bien. Castelldefels es un pueblo tranquilo y agradable.

Hemos pateado Barcelona. Según el Google Earth han sido trece kilómetros y medio desde que nos bajamos en la plaza de Cataluña hasta que entramos en la estación de metro del Arco del Triunfo. Casi once horas desde que salimos de Castelldefels hasta el regreso. Héctor, el menos cansado de los tres, se está portando como lo que es, un santiño.

En previsión de que los próximos días sean igual de agotadores, cerramos por vacaciones.




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miércoles, 3 de agosto de 2011

Ovación frustrada

Cada vez que veo a alguien tirar una colilla o cualquier otro desperdicio al suelo, tengo que reprimir el instinto de reprenderle. Supongo que es deformación profesional. De tanto darle la vara a los chavales para que tiren la basura a la papelera, de tanto discutir y de tanto obligar a recoger y limpiar he desarrollado una especial sensibilidad en este tema.

Me choca, me quedo sorprendido. No puedo creer que una persona adulta tire la basura al suelo. ¿Tanto cuesta avanzar dos pasos hasta la próxima papelera? De verdad que no puedo entenderlo. Me quedo mirando a la persona, no de manera recriminatoria, sino intentando imaginar cómo es. ¿Cómo es una persona que tira la botella de agua vacía al suelo? ¿Cumplirá en su trabajo? ¿Será cariñoso? ¿Se puede confiar en alguien así? Se comienza escupiendo el chicle al suelo y se termina cometiendo las peores atrocidades.




Este video lo enlazó jose antonio al blog de AMM hace unos meses. Algo parecido he visto, o he creído ver, esta mañana. Gracias a los madrugones de Héctor llegamos a la playa cuando sólo hay gente paseando o haciendo jogging. Somos los primeros con sombrilla y sedentarios. Justo cuando terminamos de soltar los bártulos veo acercarse a un corredor. Es un joven con zapatillas de atletismo y pantalón corto de deporte, con buena técnica y musculatura de anuncio. Un profesional del mantenerse en forma. Cuando ya está casi a nuestra altura, se agacha y recoge de la arena húmeda el envase de una tarrina de helado y los restos de una red.

Me quedo atónito. Por un instante imagino que es un vigilante de la playa, alguien contratado para mantener la playa limpia y decide hacerlo a la vez que se pone en forma. Pero no, después de siete veranos viniendo a esta playa, conozco por experiencia el abandono y la nula inversión en su mantenimiento. Ha sido un gesto espontáneo de ese joven, a quien me quedo mirando dedicándole una cerrada ovación (mental, por supuesto).

No debí haber prolongado tanto la ovación. No debí haberme quedado mirando. Porque esto fue lo que vi: en plena carrera, sin llegar a frenarse, el joven lanzó la tarrina y la red hacia la zona de arena seca -cayendo a escasos quince metros de donde había una papelera- y continuó su carrera a buen ritmo. ¿Qué había sido aquello? ¿Quién me lo puede explicar? ¿Se había limitado a retirar la basura de la pista de atletismo (arena húmeda) para evitar esguinces u otros percances? ¿Estaba practicando algún tipo de técnica de lanzamiento de objetos? ¿Intentó evitar que la basura fuera arrastrada por las olas hacia el mar? ¿En ese caso, su conciencia ecológica marítima no incluye la limpieza de la playa? ¡Es que no lo entiendo!

En cualquier caso, hoy lo que había en la arena (no digamos ya en el agua) no era basura sino medusas. No había quien se pudiera bañar. La gente se entretenía sacando medusas y enterrándolas en la arena. Algunos lo hacían con más arte que otros.




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lunes, 1 de agosto de 2011

Tiene sueño

Habrá miles de teorías. Con tanto psicólogo, psiquiatra, neurólogo, pediatra y demás expertos viviendo a costa del desarrollo infantil hay una teoría para cada tontería. Entre toda la morralla me gustaría encontrar la buena. La razón, si es que se ha descubierto o al menos intuido, de que a los bebés les cueste dormirse aunque estén muertos de sueño.

Sé que hay prácticas para "enseñar" a dormir a los niños. El Dr. Estivill se ha hecho rico popularizando una eficaz técnica basada en el conductismo. He leído su libro y no me convence. Prefiero domir al niño antes que "enseñarle" a dormir.

No recuerdo ahora la teoría del Dr. Estivill de por qué los niños no saben dormirse solos, pero me pareció disparatada y sin fundamento. Sí recuerdo la teoría del Dr. González: a los niños no hay que enseñarles a dormir, duermen cuando y cuanto necesitan. Pero tampoco contesta a mi pregunta.

Héctor tiene sueño. Está muy cansado. Bosteza y te mira con una sonrisa de medio borracho. En el momento previo a dormirse se suele poner muy cariñoso. Te da todos los besos que le pidas. ¿Otro mua? MUA
Le das el elefantito o el osito para que lo muerda, lo meces un poco sobre tu regazo en el sillón y al poco tiempo se queda dormido. Lo depositas en la cuna y hasta mañana.

Otro escenario: Héctor tiene sueño. Está muy cansado. Bosteza y te mira con una sonrisa de medio borracho. En el momento previo a dormirse se suele poner muy cariñoso. Te da todos los besos que le pidas. ¿Otro mua? MUA
Lo llevas a su habitación, lo depositas en la cuna con mucho cariño, le das el elefantito o el osito para que lo muerda, le das las buenas noches y te despides de él hasta mañana. A los cinco minutos, si no antes, Héctor está de pie en la cuna llamándote a gritos. Te acercas, lo vuelves a colocar, cierra los ojos casi con desesperación cuando le das a morder el elefantito y, según vas saliendo de la habitación, notas como ya se va incorporando. A veces se pone de pie con los ojos semicerrados. El proceso se repite varias veces hasta que Héctor se queda sin fuerzas para levantarse una vez más. Hasta mañana.

Tanto en un caso como en el otro siempre me pregunto lo mismo. Si tiene tanto sueño, ¿por qué no puede simplemente cerrar los ojos y dormirse?





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